Desde siempre hemos escuchado que las patas de conejo traen buena suerte: de hecho, se considera una de las supersticiones más antiguas que podemos encontrar ya que, según se piensa, se trata de una tradición que podría venir directamente desde el año 600 a. C.
Los conejos son considerados como un auténtico símbolo de fertilidad por la alta capacidad que tienen para la reproducción y, además, por lo numerosa que suele ser la camada. Otra de las particularidades de conejos que nace teniendo los ojos abiertos, por lo que se consideraba que venía al mundo preparado para poder combatir las maldiciones y los hechizos negativos.
También se pensaba que el conejo, debido a que vive en madrigueras bajo tierra, está asociado con la oscuridad, con la brujería en general. Sin embargo, el hecho de tener una pata de conejo era cómo construir una especie de talismán que nos ayudaba a enfrentarnos a las fuerzas oscuras.
Existe una particular creencia que asegura que en las islas británicas, antes de que allí llegase el cristianismo, los conejos eran brujas que se habían disfrazado de animales y que tan sólo se podían matar utilizando una ala de plata.
Existe una superstición que establece que, si tenemos que hacer un determinado camino nos encontramos con un conejo, esto es un signo muy favorable pero, si el conejo se cruzaba a la vuelta, entonces era señal de que algo malo iba a ocurrir.
Se considera que tan sólo el talismán es la pata izquierda del conejo, ya que es la que primeramente tocará la tierra. Desde antaño se ha creído tanto en este talismán que hasta existía un ritual para poder matar al animal: tenía que hacerlo un hombre bizco en una noche en la que hubiera luna llena. Primeramente el animal sería sacrificado, luego le cortaría la pierna y finalmente la guardaría en el bolsillo izquierdo: si se cambiase el bolsillo, la suerte quedaría afectada.
Y este es el origen de esta partícula superstición que hoy en día todos conocemos.